Serigraphy, 24K gold leaf and Polyurethane paint on wood
80 x 50 x 3 cm
31.5 x 19.69 x 1.18 in
Prisma
Yo soy un punto muerto en medio de la hora,
equidistante al grito náufrago de una estrella.
Un parque de manubrio se engarrota en la
sombra, y la luna sin cuerda
me oprime en las vidrieras.
Margaritas de oro
deshojadas al viento.
La ciudad insurrecta de anuncios luminosos
flota en los almanaques,
y allá de tarde en tarde,
por la calle planchada se desangra un eléctrico.
El insomnio, lo mismo que una enredadera,
se abraza a los andamios sinoples del telégrafo,
y mientras que los ruidos descerrajan las
puertas, la noche ha enflaquecido lamiendo su
recuerdo.
El silencio amarillo suena sobre mis ojos.
¡Prismal, diáfana mía, para sentirlo todo!
Yo departí sus manos,
pero en aquella hora
gris de las estaciones,
las palabras mojadas se me echaron al cuello, y
una locomotora
sedienta de kilómetros la arrancó de mis
brazos.
Hoy suenan sus palabras más heladas que
nunca. ¡Y la locura de Edison a manos de la
lluvia!
El cielo es un obstáculo para el hotel inverso
refractado en las lunas sombrías de los
espejos; los violines se suben como la
champaña,
y mientras las ojeras sondean la madrugada,
el invierno huesoso tirita en los percheros.
Mis nervios se derraman. La estrella del
recuerdo naufragada en el agua del silencio.
Tú y yo
coincidimos
en la noche terrible, meditación temática
deshojada en jardines.
Locomotoras, gritos, arsenales, telégrafos.
El amor y la vida son hoy sindicalistas,
y todo se dilata en círculos concéntricos.
Prisma
Yo soy un punto muerto en medio de la hora,
equidistante al grito náufrago de una estrella.
Un parque de manubrio se engarrota en la
sombra, y la luna sin cuerda
me oprime en las vidrieras.
Margaritas de oro
deshojadas al viento.
La ciudad insurrecta de anuncios luminosos
flota en los almanaques,
y allá de tarde en tarde,
por la calle planchada se desangra un eléctrico.
El insomnio, lo mismo que una enredadera,
se abraza a los andamios sinoples del telégrafo,
y mientras que los ruidos descerrajan las
puertas, la noche ha enflaquecido lamiendo su
recuerdo.
El silencio amarillo suena sobre mis ojos.
¡Prismal, diáfana mía, para sentirlo todo!
Yo departí sus manos,
pero en aquella hora
gris de las estaciones,
las palabras mojadas se me echaron al cuello, y
una locomotora
sedienta de kilómetros la arrancó de mis
brazos.
Hoy suenan sus palabras más heladas que
nunca. ¡Y la locura de Edison a manos de la
lluvia!
El cielo es un obstáculo para el hotel inverso
refractado en las lunas sombrías de los
espejos; los violines se suben como la
champaña,
y mientras las ojeras sondean la madrugada,
el invierno huesoso tirita en los percheros.
Mis nervios se derraman. La estrella del
recuerdo naufragada en el agua del silencio.
Tú y yo
coincidimos
en la noche terrible, meditación temática
deshojada en jardines.
Locomotoras, gritos, arsenales, telégrafos.
El amor y la vida son hoy sindicalistas,
y todo se dilata en círculos concéntricos.