Manuel Felguérez (Zacatecas, 1928 – Mexico City, 2020) was a prominent Mexican painter and sculptor, a key figure in the renewal of modern art in Mexico, and a member of the Generación de la Ruptura. He studied at the Academy of San Carlos and “La Esmeralda,” and later continued his training at the École des Beaux-Arts in Paris, supported by a scholarship from the French government. While in France, he worked in the studio of sculptor Ossip Zadkine.
Upon returning to Mexico, he joined the country’s first abstract art movement, challenging the dominant muralist tradition. Starting in 1956, he combined his artistic practice with teaching at institutions such as Universidad Iberoamericana and UNAM, where he also collaborated with the Institute of Aesthetic Research. He was appointed a member of the Academy of Arts in 1973.
Throughout his career, Felguérez received numerous honors, including the National Prize for Arts and Sciences (1988), the Bellas Artes Medal (2015), the Guggenheim Fellowship, and the Grand Prize at the XIII São Paulo Biennial (1975). He was named an Emeritus Creator by Mexico’s National Fund for Culture and the Arts (FONCA) in 1993.
His work explored industrial and recycled materials, merging painting and sculpture, with a particular focus on large formats. In the 1970s, he developed La máquina estética (“The Aesthetic Machine”), a pioneering project that incorporated computers into the creative process. His legacy lives on in public and private collections in Mexico and abroad.
Manuel Felguérez (Zacatecas, 1928 – Ciudad de México, 2020) fue un destacado pintor y escultor mexicano, figura clave en la renovación del arte moderno en México e integrante de la Generación de la Ruptura. Estudió en la Academia de San Carlos y en “La Esmeralda”, para luego continuar su formación en la École des Beaux-Arts de París, gracias a una beca del gobierno francés. Durante su estancia en Francia trabajó en el taller del escultor Ossip Zadkine.
A su regreso, se integró al primer movimiento de arte abstracto en México, desafiando la estética del muralismo. Desde 1956 combinó su práctica artística con la docencia en instituciones como la Universidad Iberoamericana y la UNAM, donde también colaboró con el Instituto de Investigaciones Estéticas. Fue nombrado miembro de la Academia de las Artes en 1973.
A lo largo de su carrera recibió numerosos reconocimientos, entre ellos el Premio Nacional de Ciencias y Artes (1988), la Medalla Bellas Artes (2015), la beca Guggenheim y el Gran Premio de Honor en la XIII Bienal de São Paulo (1975). Fue nombrado Creador Emérito por el FONCA en 1993.
En su obra exploró materiales industriales y reciclados, fusionando lo pictórico y lo escultórico, con especial interés en el gran formato. En los años setenta desarrolló La máquina estética, un proyecto pionero que incorporó el uso de computadoras en la creación artística. Su legado vive en colecciones públicas y privadas dentro y fuera de México.
Julius Heinemann centra su práctica en el estudio de los diferentes modos de percepción, entendidos como pieza clave en las relaciones del individuo con lo otro –un “otro” que puede ser denominado realidad, sociedad, mundo, etc. Así, en su investigación analiza cómo formamos “imágenes” a través de la percepción –fragmentos de información del exterior que actualizamos continuamente– con las que cada uno de nosotros, en tanto seres individuales, puede lidiar con conceptos como tiempo y espacio, centrales en la articulación de esas relaciones sensoriales.
A través de su cuerpo de trabajo indaga formalmente en los modos preconcebidos con los que se interpretan valores abstractos: forma, escala, color, silueta… para redefinir desde ellos estrategias que, desde la subjetividad, entiendan nuestra relación con el tiempo y en el espacio con otros patrones, y así desarrollar un archivo de imágenes personales.
La suma de sus dibujos, pinturas, instalaciones, libros y otros medios con los que el artista trabaja, así como las colaboraciones con otros artistas, trazan un vocabulario que le permite adquirir nuevas capacidades con las que afrontar la inestabilidad y el flujo continuo de la contemporaneidad, ese constante devenir, aprehendiendo otra temporalidad y espacialidad.
De este modo, sus obras se convierten en base para la búsqueda de un pensamiento fuera de las ideas normativas establecidas en todo campo de conocimiento, y que reverberan en la concepción de la historia, la ciencia o la política. Su permanente actitud de cuestionamiento sobre lo que vemos físicamente, se plantea como una herramienta de pensamiento y sentimiento, como una alternativa para imaginar la posibilidad de una actitud colectiva compuesta por nociones libres individuales.